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FRAY RODRIGO DE VALDEPEÑAS Y SU EPOCA

FRAY RODRIGO DE VALDEPEÑAS Y SU EPOCA

Raíz y Rama
núm.10 (2023). pp.81-91.

Ha pasado más de un siglo desde que Eusebio Vasco, el que fuera cronista de la ciudad de Valdepeñas, publicara, entre 1890 y 1895, en el folletín La Voz de Valdepeñas, una sección dedicada a "Valdepeñeros Ilustres", entre los que mencionaba a un tal fray Rodrigo de Valdepeñas, al que Inocente Hervás, un lustro más tarde, describiría como un "Cartujo de rara elocuencia y el que por muchos años gobernó varias casas de su Orden".
Cuando leí esas lineas por primera vez, me llamó mucho la atención lo poco que se sabía de ese fray Rodrigo, fuera de algunos círculos literarios muy concretos, de ahí mi interés por ahondar un poco más en la vida y obra de ese valdepeñero nacido en 1505.
A partir de ahí, y solo para ponerme en contexto, quise hacerme una idea de como podía ser, en aquellos comienzos del siglo XVI, la villa natal de fray Rodrigo, un hombre de dilatada vida monástica, que le llevó a ser prior de distintas comunidades religiosas, y que ha pasado a la historia por haber compuesto, con tan solo veinte años, unas Glosas a las Coplas por la muerte de su padre, del poeta castellano Jorge Manrique, consideradas una de las obras capitales de la literatura española y, posiblemente, el mejor poema lírico de la poesía medieval castellana.

Valdepeñas en el siglo XVI
Intentando ahondar en la historia de esa población, fue cuando di con un lienzo del manchego Carlos Isidro Muñoz de la Espada (Valdepeñas, 1984), titulado Valdepeñas en 1500. En ese cuadro, el artista se centra en la actual plaza de España, lo que era la plaza Mayor, centro de una población, que en medio de huertas y viñedos, en aquellos años remotos estaría enmarcada entre el arroyo de la Veguilla, que tantos estragos ha causado a lo largo de los tiempos, y lo que eran las dos principales vías de acceso a la población: calle Real y la actual calle Torrecilla.
En el óleo se aprecia el proceso de construcción de la actual iglesia de la Asunción, lo que nos aventura a imaginarnos que aquel cambio de siglo presagiaba un gran cambio para la villa manchega, ya que el templo, si lo comparamos con las viviendas que se alzan a su alrededor es de dimensiones catedralicias, de ahí la afirmación de que el inicio de ese siglo pronosticaba el despuntar de esa villa manchega, que ya en aquellos años tenia como fuente de su riqueza la ganadería y la producción de vinos. Una iglesia que posiblemente se alzara sobre otra de anterior. Una primitiva construcción del siglo XII o XIII que siguiendo los cánones arquitectónicos de la época estaría formada por una nave sencilla, construida con los mismos materiales que los edificios colindantes y con una cubierta a dos aguas.
Sea cierto o no, que el origen de Valdepeñas se deba al despoblamiento de ciertos pueblos limítrofes, ?y que trajo consigo que con el paso de los años su población fuera en aumento?, lo que si que es cierto, es que a partir del siglo XV experimenta un considerable aumento de población, llegando en 1583 a ser considerada una villa "grande de casi dos myll vecinos y de casas y calles muy anchas y muy extendidas", dando por sabido que cuando se refiere a vecinos en realidad quiere decir cabezas de familia.
En plena Reconquista del reino nazarí de Granada, fue parada obligada de los Reyes Católicos, hospedándose, según cuenta la tradición, el día 18 de febrero de 1488 en la casa de Alonso de Merlo de la Fuente, ubicada en la calle Torrecilla, dejando a cargo de su madre el cuidado de las infantas.
De hecho la llamada Encomienda de Valdepeñas, que pertenecía a la Orden de Calatrava, a cuyo maestre tributaban parte de los ingresos, era la linea fronteriza entre ésta y la Orden de Santiago, una limitación que se remontaba al año 1239 cuando ambas ordenes militares se pusieron de acuerdo a raíz de los pleitos habidos hasta el momento por los derechos de explotación de sus territorios y posiblemente ese fuese uno de los motivos que impulsó a la orden de Calatrava a erigir un templo de grandes dimensiones que marcara el inicio de su territorio y a la vez sirviera para absorber a su creciente población.
Si seguimos con la contemplación del lienzo de Carlos Isidro podemos apreciar cerca del extremo inferior derecho los restos de lo que parece ser una antigua fortaleza o torre de vigía, un elemento muy habitual en la España castellana anterior a la reconquista, especialmente en territorios de frontera, en donde los escasos vecinos existentes utilizaban esas torres como refugio para protegerse de las razzias de los árabes. Cimientos que según se puede leer en un informe que Felipe Mexía de Valdivieso, realizó sobre Valdepeñas en 1645 y dirigido al Marqués de Santa Cruz, por aquel entonces propietario de la villa de Valdepeñas, aún se podían contemplar a mediados del siglo XVII y la verdad es que el hecho de que en la plaza habían los restos de una torre, nadie lo duda, aunque si que queda entre la leyenda y la realidad su origen, pero como no es el objetivo de este articulo profundizar en el origen la villa, daremos por bueno lo apuntado por Eusebio Vasco y afirmado por la doctora Angela Madrid, de que su origen sea de la época de la reconquista y sobre cuyos cimientos se edificó la llamada Casa del Comendador, la que más tarde fue la casa del marqués de la Cruz, haciendo esquina con la actual calle de la Virgen.
Para terminar con la contemplación del cuadro y como apunta el mismo autor "la arquitectura circundante [a la plaza] sería del tipo manchego tardomedieval; con grandes patios delanteros y tapiales de adobe y madera". Y si bien no hay una descripción de como eran sus casas, es de suponer que no diferirían mucho de las de las poblaciones vecinas, como las de El Viso, descritas en las Relaciones topográficas de los pueblos de España, hechas de orden de Felipe II que "[...] son de tapias de tierra ordinariamente, haziendoles su cimiento de piedra e barro; y unos los alçan de tres y cuatro tapias en alto [...] y se cubren de teja; [...] y la tierra y piedra para dichas casas [...]".

Fray Rodrigo
Esa era la Valdepeñas donde un 10 de mayo de 1505 vio la luz por vez primera nuestro buen fraile, del cual, hasta que a la edad de 20 años lo encontramos estudiando en la Universidad de Alcalá de Henares, poco, por no decir nada, se sabe de su vida.
Y será mientras era estudiante en esa universidad que con motivo de la muerte de un hermano suyo, compuso las 22 primeras estrofas de una conocida Glosa a las Coplas por la muerte de su padre, del poeta castellano Jorge Manrique (1440-1479), y que envió a su padre necesitado de consuelo por tan sentida perdida.
Terminados sus estudios, el 7 de marzo de 1526, profesó en la Cartuja de El Paular, un monasterio situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña de la sierra de Guadarrama, en donde terminó su Glosa.
Llevaba 10 años en el monasterio, cuando en 1536 fue nombrado prior del mismo, cargo que ejerció hasta 1545, año en el que fue destinado, también como prior, a la cartuja de Granada. El 1552 dejó el cargo de prior, siendo enviado al monasterio de Nuestra Señora de Las Cuevas, en Sevilla, a la vez que se le nombraba visitador de la Provincia cartujana de Castilla.
De nuevo, otro traslado le llevó en 1558 a la Cartuja de Cazalla de la Sierra, también en la provincia de Sevilla, y en donde de nuevo ejerció como prior de la comunidad. Finalmente en 1560 un cambio de destino hace que lo encontremos en el monasterio gaditano de la Cartuja de Jerez de la Frontera en donde fallecerá el 6 de septiembre de ese mismo año.
Dejaba tras de sí una larga vida conventual y también literaria, ya que a parte de las ya citadas Glosas, publicó el Libro del principio, fundación y prosecución de la Cartuja de Granada y noticia de alguno de sus prelados, una obra que según Beatriz Esteban autora de la transcripción del citado manuscrito, además de aportar las noticias históricas del origen y desarrollo del monasterio y de sus priores, con un estilo literario y un profundo fondo espiritual, expone casi a manera de cuadros la adquisición progresiva de las propiedades rústicas y urbanas por parte de la comunidad en los primeros años de su fundación. Y por último adornó con versos de pie quebrado (1) las puertas de las celdas del claustro grande del monasterio de El Paular. Se da la circunstancia que en este caso concreto los versos son alfabéticos de de tal modo que cada uno de ellos comienza con la letra inicial de la celda a la que corresponden, y están distribuidos en tres hileras o grupos, en la superior el texto en latín, en la inferior la traducción versificada y en medio de ambas la letra de la celda enmarcada en una guirnalda.

Un nuevo panorama religioso
Con la caída, en 1492, del reino nazarí de Granada, se daba por concluida la reconquista de España y la llamada Guerra de Granada, iniciada en 1482, consiguiendo de ese modo la integración del último reino musulmán de la península a la corona de Castilla. Ese hecho trajo aparejado un esfuerzo por cristianizar a la población, lo que motivó la fundación de conventos y monasterios, entre ellos la cartuja de Granada en 1515.
El nacimiento de la misma partió de dos voluntades: la de la comunidad de El Paular y la de don Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido como el Gran Capitán, un militar español que alcanzó el grado de capitán general de los ejércitos de Castilla y Aragón durante la Guerra de Granada.
Hombre fervoroso y muy devoto de San Bruno, el fundador de la orden de los Cartujos, quería levantar un templo dedicado a la Virgen María, de ahí su alianza con los de El Paular, que ya llevaban años intentando fundar un nuevo monasterio en tierras de la corona de Castilla, pero que por motivos diversos se fue posponiendo hasta el año 1513 en que se produjo la alianza antes comentada. El lugar escogido para levantar el nuevo monasterio fue en el alto del pago de Aynadamar, cerca de la capital granadina, y si bien las obras comenzaron como estaba previsto, al poco surgieron los primeros problemas. derivados principalmente del abastecimiento de agua, lo que indujo a los monjes a buscar un nuevo emplazamiento, algo más abajo.
El cambio de ubicación contrarió al Gran Capitán, que dejó de financiar la obra, pero los monjes siguieron adelante con el proyecto del que en un principio seria el llamado Monasterio de Nuestra Señora de Jesús, pasando a ser una filial del de El Paular, hasta que en el año 1545, con la incorporación a la Orden, el monasterio adoptaría el nombre de La Asunción de Nuestra Señora, siendo su primer prior Fray Rodrigo de Valdepeñas, el cual comenzó aquí su Libro del principio, fundación y prosecución de la Cartuja de Granada y noticia de alguno de sus prelados.

Las Glosas (2) a las Coplas de Jorge Manrique
Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado,
fue mejor.
(Jorge Manrique, Copla I)

La verdad es que ninguno de los poemas escritos a lo largo del siglo XV inspiraron tanto a los escritores del llamado Siglo de Oro español, como la obra de Jorge Manrique, Coplas a la muerte del Maestre Don Rodrigo, escritas poco después de la muerte de su padre, el Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, acaecida el 11 de noviembre de 1476, y publicadas por vez primera en el Cancionero de Fray Iñigo de Mendoza (Zaragoza, c.1480), siendo la de fray Rodrigo de Valdepeñas la segunda de las once glosas compuestas a la obra de Manrique, tras la de Alonso de Cervantes (Lisboa, 1501) y anterior, en un año, a la de Diego Barahona (1541).
Y tal vez, como dejó escrito el poeta madrileño Manuel José Quintana (1772-1857), el porqué de ese "éxito" radique en el hecho de que, como le pasó a él, con la lectura de esas coplas "se esperan los sentimientos y la intención de una elegía, tal como el fallecimiento de un padre debía inspirar a su hijo. Pero las coplas de Jorge Manrique son una declamación, o más bien un sermón funeral sobre la nada de las cosas del mundo, sobre el desprecio de la vida y sobre el poderío de la muerte". Y de hecho, en las coplas manriqueñas podemos distinguir tres partes, siendo las dos primeras las dedicadas a la muerte y a los que han muerto, dejando para la tercera las alabanzas sobre su padre, del que en las dos primeras no se habla en ningún momento.
Sea este el motivo u otro el que inspirara a fray Rodrigo, el caso es que, como ya ha quedado explicado con anterioridad, compuso las estrofas de su Glosa con la intención de consolar a su padre, apenado por la muerte de un hijo, es decir que en un principio la Glosa tuvo una repercusión circunscrita al ámbito familiar. Y así hubiera sido, de no ser porque unos quince años mas tarde, el padre Bernardo Pérez, vicario del monasterio de El Paular, el mismo en el que Rodrigo ejercía de prior, conocedor del valor de los textos, recuperó la obra, que se compone de 1118 versos, sin contar los 396 de Jorge Manrique y se encargó de su impresión, sin hacérselo saber a su autor, el cual se percató de la impresión cuando la obra ya estaba a la venta.
Según parece, el vicario en ningún momento puso el nombre del autor en el manuscrito que mandó al impresor, pero por lo que se ve, fue éste el que en el último momento añadió el nombre de Fray Rodrigo de Valdepeñas, un hecho que a nuestro monje le acarreó diversos problemas, ya que a parte de la reprimenda de sus superiores, tuvo que defenderse de diferentes acusaciones ya que se consideraba ilícito que un religioso compusiese versos.
Sobre estas acusaciones, Giuseppe Seche, de la Universidad de Cagliari, nos hace notar en el estudio que hizo sobre las dos primeras ediciones de la Glosa, que en respuesta Rodrigo "recordó que ya san Ambrosio y san Próspero fueron autores de obras en verso, como también lo habían sido Job o David, y defendió que la bondad del texto debía depender de sus contenidos y no del género literario empleado".
De esa primera edición, que llevaba por titulo Glosa religiosa y muy christiana sobre las Coplas de don Iorge Manrrique que comiença. Recuerde el alma dormida. Agora de nueuo compuesta por vn reuerendo padre Monje Cartuxo, impresa en Alcalá de Henares en 1540, en la oficina tipográfica de Juan de Brocar, después de que el vicario general de Toledo, Pedro de la Gasca, concedió la oportuna licencia, se han hecho varias ediciones, dándose la particularidad de que en la segunda de ellas, que se abre con el Prologo del autor, incluye una carta consolatoria en la que Bernardo Pérez reconoce haber editado la primera edición al margen de la voluntad de don Rodrigo.
Fue a partir de esa segunda edición que la obra alcanzó un gran éxito, convirtiéndose junto a la Glosa publicada por Alonso de Cervantes, en las más populares de las dedicadas a las coplas manriqueñas. Una afirmación que viene avalada por el hecho de que solo en el siglo XVI se hicieran catorce ediciones de las mismas. Alcalá de Henares: 1540 (por Juan de Brocar), 1560, 1564, 1570 (por Andrés Angulo), 1571 (por Juan Gracián), 1581 (por Gerardo Querino) y 1588 (por Hernán Ramírez); Cagliari (Italia): 1568 (por Nicolo Canyelles); Medina del Campo: 1569, 1582 (por Francisco del Canto); Sevilla: 1575 (por Alonso Picardo); Huesca: 1584 (por Juan Pérez de Valdivieso); Valencia: 1589 (por Herederos de Juan Navarro) y Madrid: 1598 (por Luis Sánchez).
Unas ediciones que en muchas de las ocasiones iban acompañadas de otros opúsculos, unas veces de materia piadosa como la que se incorpora a la segunda edición y que el mismo Rodrigo comenta que "el caso memorable y espantoso estaba entre otros mis papeles" y que en verso dialogado narra sobre la muerte de un caballero descreído añadiéndolo al de primera edicion con el título de Agora de nueuo segunda vez impresa y por su autor corregida y emendada añadido un caso espantoso que passo en hecho de verdad que cuenta de metro el mesmo autor, y que en ediciones posteriores fue sustituido por Caso memorable que acaeció a una dama en la Francia sobre un espejo que pidió a un su confesor, la cual después acabó en muy santa vida. Aunque en otras son materias más profanas como las Coplas de Mingo Revulgo, el Diálogo entre el amor y un [caballero] viejo, de Rodrigo de Cota (3), y las Cartas en refranes, de Blasco de Garay (4).
Y para terminar este breve paseo por la vida de Fray Rodrigo, y de Valdepeñas, su villa natal, en los principios del Siglo de Oro de la literatura española, comentar una edición del siglo XVIII, hecha en Madrid de la mano de Antonio de Sancha y cuidada por Cerdá y Rico, que lleva por titulo Coplas de Don Jorge Manrique, hechas a la muerte de su padre Don Rodrigo Manrique, con las Glosas en verso a ellas de Juan de Guzman (5), del P. Don Rodrigo de Valdepeñas, monge cartujo, del proto-notario Luis Perez (6), y del licenciado Alonso de Cervantes (7). En esa edición los editores escogieron a cuatro glosadores de la obra de Manrique, entre ellos a nuestro monje, con lo que se demuestra la importancia que tuvo, ya no solo en el siglo XVI, sino también en posteriores la Glosas de Fray Rodrigo de Valdepeñas.

(1) Los versos de pie quebrado, también llamados coplas manriqueñas, es el nombre que se le da a cualquier tipo de versos octosílabos combinados con versos tetrasílabos, y son los que usó Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre.
(2) La glosa es una forma poética en que un poema comenta o desarrolla otro poema, usando líneas sucesivas del poema original como línea final de cada estrofa del poema nuevo. Desde el punto de vista métrico consta de dos partes: una estrofa inicial, generalmente corta, y una serie de estrofas que explican o comentan el contenido de la primera.
(3) Rodrigo Cota de Maguaque fue un escritor toledano de origen judeoconverso del siglo XV. Si bien es cierto que es el autor de la obra Diálogo entre el amor y un viejo, compuesta probablemente entre 1470 y 1480 y publicada en 1511, no hay suficientes argumentos definitivos para concederle la autoría de las Coplas de Mingo Rebulgo.
(4) A Blasco de Garay, racionero de la catedral de Toledo, siempre se le ha intentado separar del Blasco de Garay, marino, inventor y capitán de la Armada Española, pero en un articulo publicado en 2015 por Antonio Cortijo Ocanam de la Universidad de Santa Barbara en California, que lleva por título El ingenioso inventor Blasco de Garay, autor de las cartas en refranes y traductor de Erasmo, plantea la hipótesis de que en realidad sean una misma persona.
(5) Y aunque en el interior del libro aparecen composiciones de dos Guzmán, Juan y Francisco, el autor del compendio reconoce que "es muy difícil que concurrieren a un tiempo dos Poetas de un mismo nombre. Además de que el estilo es muy semejante". El autor dedica la glosa, que estuvieron impresas por vez primera en Anvers (Bélgica), en 1558, a la "muy alta y muy esclarescida y Christianisima Princesa Doña Leonor, Reyna de Francia".
(6) Poeta y orador, editó en Valladolid, en 1561, una Glosa dirigida al "Ilustrísimo Señor Antonio de Toledo, prior de San Juan, Caballerizo Mayor de la Magestad del Rey Don Felipe, y de sus Consejos de Estado y Guerra"
(7) Corregidor de la villa de Burguillos del Cerro (Badajoz), publicó en Lisboa, en 1501, una Glosa famosisima, dedicada a la familia de los Zuñiga.

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